Cuan grato sería que en las postrimerías de cada año pudiéramos hacer un largo listado de los logros y avances en materia adua-nera. Resultaría muy gratificante señalar que Venezuela encabeza las estadísticas mundiales referentes a la eficiencia, transparencia y honestidad adua-neras; señalar los aportes jurídicos, técnicos y tecnológicos que hace nuestro país a la humanidad en el control del tráfico internacional de mercaderías y en la lucha contra el comercio ilícito de drogas, armas y demás objetos y sustancias dañinas para el ser humano. Poder señalar con orgullo la sapiencia contenida en nuestro Código Orgánico Aduanero, la eficacia de nuestra Superintendencia Nacional de Aduanas y su elevada profesionalización, así como la sujeción de la Guardia Nacional al Estado de derecho. Cuan satisfactorio sería afirmar que el sistema aduanero de seguridad social otorga a cada uno de nuestros funcionarios la posibilidad de una vida digna y una vejez tranquila, acorde con su nivel de entrega al cumplimiento del deber y a las elevadas exigencias de sus delicadas funciones. Cuan agradable sería que en virtud de sus ejecutorias, el aduanero fuera visto por la sociedad como un abnegado servidor y no como un bribón de poca monta, rapaz y servil. Lo que precede pertenece a la categoría de los sueños, pero también al orden de la esperanza. Cuando la sociedad venezolana no admita delincuentes dentro de su Administración Pública y así lo exprese a través del voto; cuando todos entendamos que quien roba al Estado despoja a cada uno de sus conciudadanos, sin medir edad, ni condición económica; cuando la contraloría social avance y sea la mani-festación de un estado de conciencia colectivo sobre el cuidado de los bienes públicos; cuando el delincuente que escape a la justicia ordinaria sienta el rechazo del colectivo y el blasmar de sus vecinos; cuando no se considere tonto al hombre honesto y se le otorgue el merecido reconocimiento, estaremos en la “Venezuela posible” de Arturo Uslar Pietri y de todos cuantos la hemos amado.
Autor: Carlos Asuaje sequera
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