Tenemos tres meses para estudiar sesudamente por quienes vamos a votar el próximo 26 de septiembre para que nos representen en la nueva Asamblea, así que a echarle coco a la cuestión.
No se trata simplemente de votar por alguien de la oposición para oponerlo al oficialismo o de votar por un chavista para garantizar la hegemonía. No, para nada, eso sería equivalente a seguir paralizados en la contemplación del desastre, tal y como hemos estado haciendo últimamente. Se trata más bien de llevar con el voto a personas que sean capaces de ofrecer programas positivos, optimistas, prácticos y que representen nuestra manera de pensar y sentir respecto de la Venezuela que deseamos y de la venezolanidad que aspiramos. También es importante que nuestros representantes sean personas con quienes sintamos afinidad en materias tales como ideas políticas y valores morales, sociales y espirituales.
No basta llegar a la Asamblea, hay que hacer que quienes lleguen con nuestros votos se sientan comprometidos con nuestras aspiraciones. No es una pelea lo que debemos buscar, es una forma distinta de hacer país.
Todavía estoy por oír o leer de alguno de los candidatos: ¿qué piensan, qué quieren, cómo son sus ideas políticas, sociales y económicas, cómo conciben la educación de los niños, adolescentes y adultos, qué piensan de la propiedad privada, de los sindicatos y gremios paralelos, de la inseguridad personal, de la impunidad, de los secuestros, del estrangulamiento progresivo de la información y de la coacción a quienes informan, del uso y abuso de los dineros públicos, de la tergiversación de las normas, procedimientos, decretos y leyes, de la escasez de médicos, medicinas, jueces y policías? ¿Qué piensan del cambio de actitud del venezolano respecto de sus semejantes? ¿Cómo piensan luchar contra la corrupción? ¿Cómo piensan hacer valer sus opiniones en la Asamblea, sólo participando en debates? ¿Cómo se van a comunicar conmigo, cómo me voy a comunicar con ellos? ¿Van a contar conmigo o sólo sirvo para votar? ¿Se sienten comprometidos con nosotros los votantes, el pueblo que les elegirá? ¿Cuál es su nivel de compromiso? ¿Están dispuestos a jugarse el físico, los tres golpes y la paz de no hacer nada y a vivir con decencia y como ejemplos de resistencia estoica e inflexible? ¿Tienen plan “B”?
Yo no tengo plan “B”, nunca lo he tenido y aspiro a que quien me represente esté como yo, en el ojo del huracán, aguantando parejo y seguido, hasta que pase el vendaval.
Muchos venezolanos han cambiado. Ya no son aquellos personajes que hacían gala de su rectitud, de sus convicciones sociales, políticas, religiosas y morales. Ahora el rector moral de la nación es un contralor que decide quiénes no y quiénes sí, pueden ser candidatos a un cargo público de cualquier tipo. Nadie se ha opuesto, hay algunas protestas de poca monta, pero no más. Al final las cosas se hacen como otros dicen y aquí todos miramos, criticamos y alardeamos de presencia opositora, pero la realidad es que no hacemos nada, seguimos, como decía antes, siendo espectadores del desastre al que contribuimos con nuestro silencio cómplice y nuestra actitud evasiva.
Álvaro Requena.
FUENTE: EL NACIONAL. Dómingo 27 de junio de 2010
No se trata simplemente de votar por alguien de la oposición para oponerlo al oficialismo o de votar por un chavista para garantizar la hegemonía. No, para nada, eso sería equivalente a seguir paralizados en la contemplación del desastre, tal y como hemos estado haciendo últimamente. Se trata más bien de llevar con el voto a personas que sean capaces de ofrecer programas positivos, optimistas, prácticos y que representen nuestra manera de pensar y sentir respecto de la Venezuela que deseamos y de la venezolanidad que aspiramos. También es importante que nuestros representantes sean personas con quienes sintamos afinidad en materias tales como ideas políticas y valores morales, sociales y espirituales.
No basta llegar a la Asamblea, hay que hacer que quienes lleguen con nuestros votos se sientan comprometidos con nuestras aspiraciones. No es una pelea lo que debemos buscar, es una forma distinta de hacer país.
Todavía estoy por oír o leer de alguno de los candidatos: ¿qué piensan, qué quieren, cómo son sus ideas políticas, sociales y económicas, cómo conciben la educación de los niños, adolescentes y adultos, qué piensan de la propiedad privada, de los sindicatos y gremios paralelos, de la inseguridad personal, de la impunidad, de los secuestros, del estrangulamiento progresivo de la información y de la coacción a quienes informan, del uso y abuso de los dineros públicos, de la tergiversación de las normas, procedimientos, decretos y leyes, de la escasez de médicos, medicinas, jueces y policías? ¿Qué piensan del cambio de actitud del venezolano respecto de sus semejantes? ¿Cómo piensan luchar contra la corrupción? ¿Cómo piensan hacer valer sus opiniones en la Asamblea, sólo participando en debates? ¿Cómo se van a comunicar conmigo, cómo me voy a comunicar con ellos? ¿Van a contar conmigo o sólo sirvo para votar? ¿Se sienten comprometidos con nosotros los votantes, el pueblo que les elegirá? ¿Cuál es su nivel de compromiso? ¿Están dispuestos a jugarse el físico, los tres golpes y la paz de no hacer nada y a vivir con decencia y como ejemplos de resistencia estoica e inflexible? ¿Tienen plan “B”?
Yo no tengo plan “B”, nunca lo he tenido y aspiro a que quien me represente esté como yo, en el ojo del huracán, aguantando parejo y seguido, hasta que pase el vendaval.
Muchos venezolanos han cambiado. Ya no son aquellos personajes que hacían gala de su rectitud, de sus convicciones sociales, políticas, religiosas y morales. Ahora el rector moral de la nación es un contralor que decide quiénes no y quiénes sí, pueden ser candidatos a un cargo público de cualquier tipo. Nadie se ha opuesto, hay algunas protestas de poca monta, pero no más. Al final las cosas se hacen como otros dicen y aquí todos miramos, criticamos y alardeamos de presencia opositora, pero la realidad es que no hacemos nada, seguimos, como decía antes, siendo espectadores del desastre al que contribuimos con nuestro silencio cómplice y nuestra actitud evasiva.
Yo no quiero eso. Necesitamos saber que somos muchos con mucha fuerza de espíritu y presencia de ánimo, que no estaremos callados e inmóviles ante la ignominia. Que saldremos adelante como nación por nuestro sacrificio, devoción y acción reivindicadora.
Álvaro Requena.
FUENTE: EL NACIONAL. Dómingo 27 de junio de 2010
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